Abrazos
Ramiro y Carmen iban al mismo colegio y normalmente compartían clase. Su relación nunca fue buena, ni mala. Tenían grupos de amigos diferentes pero dada su proximidad en el vecindario algunos días se encontraban a la salida del colegio y compartían un par de calles hablando lo menos posible. Al finalizar el primer año de bachillerato se despidieron hasta el nuevo curso. El verano fue tedioso para Ramiro que no pudo salir de la ciudad donde vivía y los días se estiraban tonteando con los amigos en el parque donde solían juntarse a escuchar música o a tomarse unas latas de cerveza. Carmen se pasó el verano cuidando a los niños del 4ºB. Al llegar septiembre y la vuelta a la rutina otoñal, ninguno de los dos pudo explicar el cambio que se había producido en ellos. Al encontrarse fue como si un imán impidiera que el uno pudiera retirar la mirada de los ojos del otro. Y fue todavía más extraño porque mientras el encuentro de otros años se había resuelto con un lánguido apretón de manos