Abrazos




Ramiro y Carmen iban al mismo colegio y normalmente compartían clase. Su relación nunca fue buena, ni mala. Tenían grupos de amigos diferentes pero dada su proximidad en el vecindario algunos días se encontraban a la salida del colegio y compartían un par de calles hablando lo menos posible. Al finalizar el primer año de bachillerato se despidieron hasta el nuevo curso. 

El verano fue tedioso para Ramiro que no pudo salir de la ciudad donde vivía y los días se estiraban tonteando con los amigos en el parque donde solían juntarse a escuchar música o a tomarse unas latas de cerveza. Carmen se pasó el verano cuidando a los niños del 4ºB. 

Al llegar septiembre y la vuelta a la rutina otoñal, ninguno de los dos pudo explicar el cambio que se había producido en ellos. Al encontrarse fue como si un imán impidiera que el uno pudiera retirar la mirada de los ojos del otro. Y fue todavía más extraño porque mientras el encuentro de otros años se había resuelto con un lánguido apretón de manos, en esta ocasión y como si de un impulso irrefrenable se tratará, no dudaron en abrazarse. No fue algo diferente a lo que solían hacer otros compañeros de clase, pero fue lo suficientemente afectivo para que algunos compañeros se dieran cuenta de que algo había cambiado. Y fue más extraño aún porque después de ese abrazo siguió otro y después Ramiro paso el brazo por la cintura de Carmen y así continuaron hasta que entraron en clase. Hicieron todo lo posible por sentarse juntos y constantemente necesitaban del roce del uno sobre el otro.

Decidieron no separarse bajo ninguna circunstancia. Comenzaron los comentarios displicentes de algunos compañeros que no terminaban de comprender esa súbita atracción. Luego llegarían los celos.

La decisión de estar siempre juntos los llevó a compartir casa, problema que tuvieron que resolver con las familias que no terminaban de entender esa decisión. ¿Por qué? ¿Cuál era el motivo? Ni siquiera ellos eran capaces de explicarlo. Al final y debido a su falta toral de ingresos. decidieron vivir seis meses en casa de cada uno comenzando por la de Carmen. En su fuero interno, los amantes también deseaban que llegara un día en el que pudieran llevar una vida independiente y alejados el uno del otro y no perdían la esperanza de que efectivamente así sucedería. Mientras tanto, lo único que podían hacer era esperar, seguir queriéndose y estar juntos.


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