Peloncho forever
Hay días en que me levanto y me pongo a revisar papeles. Es una tarea que me aburre pero que no tengo más remedio que hacer. Así que ayer bajé al comedor, encendí la luz, me abrigué porque hacia frío y puse el bolígrafo, teléfono móvil y los papeles que tenía que revisar sobre la mesa. Finalmente y como ya era de día subí la persiana y allí estaba él. Peloncho es un gato pequeño, con patas de poca alzada y pelo entreverado de blanco y gris. Se encontraba en la calle sentado en el alféizar de la ventana. Tenía la espalda estirada, la cabeza erguida y a través del cristal se apreciaba un movimiento espasmódico de la cola, como si tuviera vida propia o como si el cerebro de Peloncho fuera incapaz de coordinar su cuerpo entero. El gato era muy querido porque el pequeño de la familia consideraba que el animal tenía “estilo”. Nunca quedó claro lo del estilo, quizá fuera por los andares o por su forma esquiva de comportarse. Lo cierto es que se le perdonaba esa incierta mirada y e