Campos de color





La primera vez que oí el concepto de campos de color fue en la descripción de un cuadro de Mark Rothko. Era un cuadro rectangular de más de un metro de alto, con el fondo negro, si es que se puede hablar de fondo, y una franja roja en la parte inferior. El conjunto daba un aspecto de consistencia y no se apreciaban las marcas de las pinceladas. Recuerdo que la primera vez que vi un cuadro de Rothko no lo reconocí. Me encontraba en un pasillo largo y escasamente iluminado en el sitio donde antes trabajaba. Colgados de las paredes se encontraban reproducciones de cuadros monocromáticos con algún ligero añadido de color. Recuerdo que me aproximé al primero de ellos. El fondo era oscuro y la banda de pintura roja que se distribuía por la parte inferior no era uniforme. Los bordes del cuadrado estaban mellados como si se hubiera pintado con algo completamente irregular. La pintura tenía capas y daba sensación de relieve, casi de profundidad mezclándose el rojo y el negro. Hasta que vi esa tonalidad allí al fondo del pasillo junto a la puerta que se acababa de abrir ligeramente. Ese color.

Luego me encontré otros campos de color en otros lugares, con otras personas o en otras circunstancias. Siempre me pareció que no estaban en el sitio adecuado, en el lugar donde la gente pudiera entablar algún tipo de comunicación con ellos. Los he visto en museos, en postales, en demasiados libros.  A lo mejor son presunciones mías. A lo mejor tan solo es suficiente un determinado estado de ánimo y la mirada adecuada. Como quien descubre la revelación de algo que siempre ha estado ahí.   J.

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